Mientras que en tiempos de la fundación de la escuela Waldorf el arte cumplía un papel totalmente marginal en la educación oficial, en las últimas décadas la noción de Steiner se va confirmando cada vez más y desde los más diversos puntos de vista. Lo que se encuentra mejor investigado y documentado es la significación de la educación musical como promotora de la inteligencia y particularmente de la competencia social (Ernst Waldemar Weber, “Musik macht Schule”, “La música hace escuela”, Essen 1993). En su libro muy leído “La inteligencia emocional”, el estadounidense Daniel Goleman muestra convincentemente cuán importante es una buena educación del ámbito emocional en nuestra sociedad actual tan propensa a la violencia. Una capacidad perceptiva incrementada, sentido del estilo y sensibilidad cualitativa, pero también la afirmación de la propia voluntad expresiva, son elementos eficaces para desarrollar la inteligencia emocional; y son elementos que se desarrollan a través de la actividad artística, centrada en un aspecto diferente para cada etapa del desarrollo. El científico Klaus Michael Meyer-Abich escribe en un artículo: “La educación estética, entendida como formación de la capacidad perceptiva y vivencial, es la premisa decisiva para una responsabilidad perceptiva y una percepción responsable del mundo natural y del entorno humano. Si nuestro juicio estético no estuviera atrofiado por la degeneración de la capacidad perceptiva y vivencial, entonces la destrucción violenta por parte de nuestro sistema industrial no podría haber tenido la magnitud que tuvo” (Klaus Michael Meyer-Abich: “Dreissig Thesen zur praktischen Naturphilosophie”, “Treinta tesis sobre la filosofía práctica de la naturaleza”, en: “Ethik der Wissenschaften”, “Ética de las ciencias”, Munich 1986, pág. 105). En su libro “La teoría de las inteligencias múltiples”, Howard Gardner, exponiendo el resultado de años de investigación, declara que ya no basta el concepto tradicional de inteligencia, definido sobre la base del cociente intelectual, que éste no responde de modo alguno a la inteligencia efectivamente requerida en la vida. Para él aquello que se expresa en la música o en la relación con el propio cuerpo es una parte de la inteligencia tan importante como la capacidad de relacionarse con uno mismo y con los demás. Además estas últimas capacidades, la competencia personal y social, son calificaciones decisivas en el mundo actual del trabajo (Howard Gardner, “La teoría de las inteligencias múltiples”, Editorial Paidós).
La escuela Waldorf es el primer modelo escolar que hace décadas intenta concretar tales convicciones.
Zimmermann, Heinz: Waldorf-Pädagogik weltweit, Ed.: Freunde der Erziehungskunst, 2001.