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Por qué son importantes el ritmo y los ritos en la crianza.

Nuestra vida está llena de ritmos, ritmos internos y externos, ritmos corporales y ritmos ligados a la naturaleza, ritmos sociales y ritmos atencionales. El ritmo garantiza salud, armonía, bienestar y seguridad.

Deberíamos ayudar a los niños a entrar en los ritmos del día y la noche, aquellos que ayudan a regular el sueño y la vigilia, los tiempos de alimentación y ayuno, de estar dentro y estar fuera. También debemos acompañarlos para ir regulando los ritmos sociales y atencionales, que están relacionados con la capacidad de estar solos y estar acompañados, de estar quietos y estar en movimiento, de estar centrados y estar relajados.

A su vez, los  ritmos semanales y anuales, marcados por las estaciones del año y las festividades, interfieren en nuestros ritmos sociales y atencionales. Por ejemplo, el verano es una época de mayor expansión y el invierno de mayor introspección; el domingo un día más familiar y de ocio que un lunes.

Otro ritmo fundamental es el ritmo corporal. Sentir el ritmo del cuerpo, sentirse capaz de moverse con ritmo y gracia,aporta una gran dosis de seguridad y bienestar, y es la base de capacidades matemáticas y lingüísticas.

Los ritmos aportan orden y estructura, los niños pueden anticipar los acontecimientos, y eso que les aporta seguridad. A su vez, esto facilita al educador el día a día, ya que los niños con alegría y serenidad se sumergen en las distintas actividades diarias, reduciéndose en gran medida las peleas y berrinches. El ritmo es el gran ayudante de la crianza y  educación de los primeros 6 años de vida. 

Los ritmos y ritos aportan seguridad y confianza.

Los maestros han podido constatar que los niños con una vida hogareña estable y consistente se muestran más seguros y son más capaces de solucionar situaciones inesperadas. Los parámetros de los que disponen los padres permiten a sus hijos moverse contentos y con libertad dentro de ciertos límites establecidos.

Podemos ayudar a un niño nervioso e inseguro, fomentando su confianza mediante nuestra propia confianza, firmeza y capacidad de repetición de rutinas y ritos. Su confianza en el mundo aumentará cuando sepa que ciertas cosas seguirán siendo igual mañana que ayer y hoy. Por ejemplo, si sabe que su padre cada noche se sentará al lado de su cama para leerle un cuento, poco a poco perderá su ansiedad y se integrará en el mundo con confianza.

Si no se establece un equilibrio entre el descanso y la actividad, un niño activo y vigoroso por naturaleza puede fatigarse en exceso, lo que a su vez será motivo de rabietas, hiperactividad y sueño irregular. En cambio, si le proporcionamos la seguridad de una rutina regular, tan necesaria para compartir su tiempo entre actividades vigorosas y tranquilas, prevenimos el agotamiento emocional y físico, raíz frecuente de una conducta antisocial. Será más feliz y estará más satisfecho y dormirá mejor.

Un estilo de vida rítmico y seguro fortalece la voluntad del niño y es la base para que se convierta en un adulto fiable y “disciplinado”.

Los ritmos y ritos: método para reducir berrinches.

Son conocidos los efectos de la falta de sueño, de las comidas irregulares y del exceso de actividad. Un niño pequeño es aún más sensible a estos desarreglos y se trastorna con pequeñas alteraciones de su rutina diaria, mostrándose más iracundo, hipersensible y propenso a rabietas. Si establecemos un ritmo regular, el niño aprenderá que hay un lugar indicado, un momento adecuado y un camino apropiado para cada cosa. Las agotadoras polémicas entre padres e hijos empezarán a desaparecer y la flexibilidad e imaginación del niño no se verán mermadas.  Los ritos o rituales hacen que las rutinas se llenen de afectividad y sentido. Acompañar con rimas, versos o canciones el saludo matutino, el momento de acostarse y las comidas, resultan muy gratificantes y saludables a los niños, además de facilitar esos momentos, que muchas veces hoy día resultan conflictivos..

El ritmo favorece la salud de las funciones orgánicas.

Todas las funciones orgánicas del cuerpo humano poseen su propio ritmo. Conocemos los ritmos circadianos o diarios, de la mayor parte de las funciones orgánicas. Cada órgano interno tiene un claro ritmo de funcionamiento, los ritmos en el cerebro son rápidos, de milésimas de segundos, los ritmos de los órganos abdominales son lentos, de varias horas, y los ritmos de los órganos medios, del pulmón y corazón, que marcan nuestro patrón respiratorio y circulatorio son los más regulares, el arquetipo del ritmo. Sin embargo estos ritmos no están completamente establecidos cuando nace el niño. En los bebés podemos escuchar su respiración agitada y arritmias. Rudolf Steiner, fundador de la pedagogía Waldorf,  señala como una de las tareas más importantes del educador es ayudar al niño a dormir y a respirar bien, cosa que se produce no a través de ejercicios respiratorios sino a través de actividades rítmicas, desde el más amplio sentido de la palabra, como aquí estamos observando.  Es decisivo que nuestro reloj biológico, este sistema de ritmos entretejidos, reciba el cuidado adecuado, tanto en casa como en la escuela. Para el niño es muy reconfortante tener  una hora regular para comer, una para el baño diario y un momento establecido para ir a dormir, ya que poder anticipar los acontecimientos le hace sentirse seguro y protegido en su vida diaria. Pero además, vemos que estos ritmos externos apoyan a su vez a los ritmos internos de los órganos, sentando las bases para su buen funcionamiento y por ende para una buena salud.

El ritmo  y la repetición favorecen la capacidad de juego autónomo y la creatividad.

Actualmente es muy común que los niños tengan una agenda saturada de actividades. Les queda muy poco tiempo para “soñar” o para no hacer nada. Rápidamente pierden la capacidad de estar consigo a solas. Por lo general se cree que el niño necesita un estímulo nuevo y constante. El resultado está siendo una generación de niños que exigen estímulos cada vez más fuertes y variados, con pocos recursos propios para gestionar su «aburrimiento».   Sin embargo los menores de siete años tienen potencialmente la capacidad de entretenerse con medios muy simples (un palo, una tela…) y la necesidad de repetir las mis experiencias una y otra vez . Si llevamos al niño a dar un paseo diario recorriendo siempre la misma ruta, este hábito le hará sentirse feliz y  seguro, pudiendo abrir su percepción a los pequeños cambios, descubriendo como en el mismo trayecto un día hay un charco y otro día está seco, por ejemplo. La escucha del mismo cuento, durante un mes entero, lejos de aburrirlo, también le ayudará a profundizar cada vez más en sus imágenes. Debemos estar atentos a no hacer de nuestros hijos consumidores compulsivos de imágenes externas, ya que esto daña enormemente la capacidad de generar imágenes internas. Deberíamos perder el miedo al ritmo, rutinas y actividades repetitivas y  el miedo al aburrimiento, ya que es la puerta de la creatividad.

Acompañar el ritmo de las 4 estaciones favorece el vínculo con la naturaleza y la confianza en la vida.

Así como los ritmos diarios aportan seguridad, también lo hacen los ritmos anuales de la naturaleza. Ayudan a confiar en los procesos de la vida, en  su cualidad cíclica. Las flores se van, pero al año siguiente renacen, esto aporta una confianza en la vida, mucho más profunda de lo que imaginamos. También en la vida nos encontramos con épocas tormentosas y épocas de cálido sol, épocas de soledad y frío interior, y épocas de euforia. El aprendizaje de las estaciones se queda profundamente impregnado en el inconsciente y además de confianza, aporta paciencia. Saber que las cosas tienen su tiempo, saber que después de la tormenta sale el sol, que después del invierno viene la primavera, ayuda a confiar en que todo llega a su tiempo. También nos enseña a que si preparamos la tierra y sembramos, la semilla brota y florece.

A través de las rimas podemos acompañar de manera más consciente estos ritmos, ayudando a fortalecer el vínculo con la naturaleza, hoy día tan dañado. Es importante  empezar por despertar el interés hacia lo real del entorno inmediato, despertar los sentidos hacia los sutiles cambios de color y de sonido de la naturaleza más cercana en el transcurrir de las estaciones. Esto ayuda a desarrollar un sentimiento natural de amor y cuidado al medioambiente.

Los ritmos mensuales y anuales a su vez también apoyan la salud y el aprendizaje. Por ejemplo, necesitamos un mes para cambiar un hábito o integrar un nuevo contenido de aprendizaje vinculado a la memoria. Un año para adaptarnos completamente a un lugar geográfico nuevo, para recuperarnos de una intervención quirúrgica o para transformar patrones corporales como son los reflejos. Por eso suelo recomendar que las rimas con movimiento vinculadas a las estaciones del año se realicen durante un mes entero, y  las vinculadas a ritmos diarios, como irse a dormir, comer o despertarse, que las realicemos durante un año entero, pero como mínimo, durante un mes.

Las Rimas con Movimiento apoyan todos los ritmos, también los atencionales y sociales. Una de las maravillas de estas rimas es que por su composición rítmica y sonora, por sus movimientos y su contenido, son perfectas para desarrollar el ritmo corporal, apoyando a la vez a todos los ritmos antes mencionados, incluyendo también a los ritmos atencionales, relacionados con la capacidad de estarse quietos y en movimiento, y los ritmos sociales, relacionados con la capacidad de crear un equilibrio entre la capacidad de vínculo y de autonomía.

Tomado del artículo de: Tamara Chubarovsy, septiembre 9 de 2018.

 

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